Como
cuando cayo el muro de Berlín, nosotros volvimos a la vida occidental al llegar
el viernes 10 de febrero a Hong Kong. Edificios enormes y súper modernos, calles
limpias, internet en todas partes, bares, restaurantes, cochazos último modelo,
supermercados con todo tipo de productos, tiendas de ropa de marca, hiper
centros comerciales, metro, etc…
Es
una ciudad súper viva, llenísima de gente, de anuncios enormes con luces de neón,
de calles interminables, con avenidas larguísimas, y edificios infinitos. Fue
un gran cambio después de más de 3 meses en el sur este asiático. Eso también
implicó que todos los precios se triplicaran, o sea, como Europa o más.
Cuando
paseas por las calles de Hong Kong a veces parece que estás en Manhattan, por
sus anchas calles llenas de tiendas y boutiques occidentales rodeadas de
altísimas torres de oficinas y viviendas. Otras veces parece que estás en
Londres, por sus autobuses de dos pisos, pequeñas tiendas especializadas y
bares llenos de ejecutivos expatriados en traje con grandes pintas de cerveza
en la mano, que recuerdan a los viernes en la City. Pero no nos olvidemos que
estamos en China, donde las calles están llenísimas de chinos, las luces de neón
iluminan las noches y se venden escarabajos y lagartos en las tiendas de
alimentación.
La
primera tarde-noche, nos fuimos a pasear por el Soho y, como era viernes,
pudimos sentir su animada vida nocturna. Los bares y restaurantes en general
tienen bastante encanto, algunos de diseño, otros más tradicionales pero casi
todos llenos de gente cenando y tomando cerveza. El ambiente es bastante pijo y
de pasta. En esta ciudad no hay mochileros, los hombres van de traje o
americana y las chicas van muy arregladas con vestidos, faldas y tacones. Los
precios son caros, un tercio de cerveza como unos cinco dólares. Está muy de
moda el tema del vino y en todos los restaurantes tienen cartas variadas,
aunque nosotros eso ni pisarlos. También hay muchas vinotecas o pequeñas
bodegas con vinos de todas las partes del mundo.
Al
día siguiente por la mañana, como parecía que despejaba, nos fuimos al Peak, la
cima de una montaña desde donde se puede apreciar toda la panorámica de la
ciudad. La verdad que, entre que no terminó de despejar, y que no nos dimos
cuenta de que era sábado, nos tragamos una cola de hora y media para coger el
tranvía que te sube hasta lo alto de la montaña y la experiencia no la
recomendamos mucho.
Luego
por la tarde cogimos el metro y nos fuimos al barrio de Kualoon, que está al
otro lado de la bahía. Nuestra intención era buscar un zoom para la cámara, ya
que nos habían dicho que aquí eran más baratos. Pero nada que ver, los precios
eran igual o más caros que en Madrid. De todas formas el barrio merece la pena
porque el ambiente cambia bastante. Este es un barrio más chino, los edificios
son más bajos aunque modernos, las tiendas son más pequeñas, el tráfico es más
caótico y está lleno de luces de neón con letras chinas y lleno de chinos comprando,
comiendo y haciendo cosas raras.
Por
la noche al sur de Kualoon se ven unas vistas maravillosas de todos los
edificios de la isla de Hong Kong. Incluso vimos un espectáculo de luces que
salían de los edificios. Merece mucho la pena. Luego te coges un ferri que te
lleva desde ahí mismo al otro lado de la bahía en diez minutos.
A Macao fuimos a pasar todo el
domingo. Dicen que es como Las Vegas de China y aunque no hemos estado en Las
vegas, creo que Macao es un poco más cutre. Aún así, dicen que tiene más
casinos y mayores ingresos por el tema del juego que Las Vegas. Es la única
ciudad de China donde está permitido el juego y está abarrotado de gente. Desde
Hong Kong a Macao y viceversa salen ferris cada quince minutos, veinticuatro
horas al día. El nuestro a la ida iba lleno y a la vuelta tuvimos que comprar billetes
de primera clase porque en la económica no había sitio hasta cuatro horas
después. Pero bueno, aprovechando la ocasión, usamos nuestros privilegios, no
hicimos colas y nos dieron una cenita por
la cara. Por 30 euros de diferencia por billete casi mereció la pena.
Después
de dos horas de ferri llegas a la estación donde están buses de todos los
casinos esperando a clientes para llevarlos a jugar. Nosotros cogimos uno pero
primero fuimos a pasear. Un lugar súper extraño, con el centro (Patrimonio de
la Humanidad) llenos de casas coloniales de la época portuguesa, muy bonitas,
pero lleno de chinos, raro.
Al rededor, edificios como setenteros con varios
casinos, algunos tipo Las Vegas, muy lujosos. Al final jugamos a la ruleta y
perdimos, si no, ya se habrían enterado que seguiríamos eternamente dando la
vuelta al mundo…
El
lunes dimos otra vueltecita por el centro y luego a descansar y a preparar la
maleta y el cuerpo para la India.
Hong
Kong nos gustó mucho como para vivir un añito. Se ve buena vida e interesante,
así que con un buen sueldecito de expatriado… a disfrutar!!!.
No hay comentarios:
Publicar un comentario