sábado, 3 de marzo de 2012

HONG KONG: MEZCLA A LO GRANDE DE LONDRES, NUEVA YORK Y CHINA

Como cuando cayo el muro de Berlín, nosotros volvimos a la vida occidental al llegar el viernes 10 de febrero a Hong Kong. Edificios enormes y súper modernos, calles limpias, internet en todas partes, bares, restaurantes, cochazos último modelo, supermercados con todo tipo de productos, tiendas de ropa de marca, hiper centros comerciales, metro, etc…

Es una ciudad súper viva, llenísima de gente, de anuncios enormes con luces de neón, de calles interminables, con avenidas larguísimas, y edificios infinitos. Fue un gran cambio después de más de 3 meses en el sur este asiático. Eso también implicó que todos los precios se triplicaran, o sea, como Europa o más.



Cuando paseas por las calles de Hong Kong a veces parece que estás en Manhattan, por sus anchas calles llenas de tiendas y boutiques occidentales rodeadas de altísimas torres de oficinas y viviendas. Otras veces parece que estás en Londres, por sus autobuses de dos pisos, pequeñas tiendas especializadas y bares llenos de ejecutivos expatriados en traje con grandes pintas de cerveza en la mano, que recuerdan a los viernes en la City. Pero no nos olvidemos que estamos en China, donde las calles están llenísimas de chinos, las luces de neón iluminan las noches y se venden escarabajos y lagartos en las tiendas de alimentación.






La primera tarde-noche, nos fuimos a pasear por el Soho y, como era viernes, pudimos sentir su animada vida nocturna. Los bares y restaurantes en general tienen bastante encanto, algunos de diseño, otros más tradicionales pero casi todos llenos de gente cenando y tomando cerveza. El ambiente es bastante pijo y de pasta. En esta ciudad no hay mochileros, los hombres van de traje o americana y las chicas van muy arregladas con vestidos, faldas y tacones. Los precios son caros, un tercio de cerveza como unos cinco dólares. Está muy de moda el tema del vino y en todos los restaurantes tienen cartas variadas, aunque nosotros eso ni pisarlos. También hay muchas vinotecas o pequeñas bodegas con vinos de todas las partes del mundo.

Al día siguiente por la mañana, como parecía que despejaba, nos fuimos al Peak, la cima de una montaña desde donde se puede apreciar toda la panorámica de la ciudad. La verdad que, entre que no terminó de despejar, y que no nos dimos cuenta de que era sábado, nos tragamos una cola de hora y media para coger el tranvía que te sube hasta lo alto de la montaña y la experiencia no la recomendamos mucho.


Luego por la tarde cogimos el metro y nos fuimos al barrio de Kualoon, que está al otro lado de la bahía. Nuestra intención era buscar un zoom para la cámara, ya que nos habían dicho que aquí eran más baratos. Pero nada que ver, los precios eran igual o más caros que en Madrid. De todas formas el barrio merece la pena porque el ambiente cambia bastante. Este es un barrio más chino, los edificios son más bajos aunque modernos, las tiendas son más pequeñas, el tráfico es más caótico y está lleno de luces de neón con letras chinas y lleno de chinos comprando, comiendo y haciendo cosas raras.



Por la noche al sur de Kualoon se ven unas vistas maravillosas de todos los edificios de la isla de Hong Kong. Incluso vimos un espectáculo de luces que salían de los edificios. Merece mucho la pena. Luego te coges un ferri que te lleva desde ahí mismo al otro lado de la bahía en diez minutos.




A Macao fuimos a pasar todo el domingo. Dicen que es como Las Vegas de China y aunque no hemos estado en Las vegas, creo que Macao es un poco más cutre. Aún así, dicen que tiene más casinos y mayores ingresos por el tema del juego que Las Vegas. Es la única ciudad de China donde está permitido el juego y está abarrotado de gente. Desde Hong Kong a Macao y viceversa salen ferris cada quince minutos, veinticuatro horas al día. El nuestro a la ida iba lleno y a la vuelta tuvimos que comprar billetes de primera clase porque en la económica no había sitio hasta cuatro horas después. Pero bueno, aprovechando la ocasión, usamos nuestros privilegios, no hicimos colas  y nos dieron una cenita por la cara. Por 30 euros de diferencia por billete casi mereció la pena.

Después de dos horas de ferri llegas a la estación donde están buses de todos los casinos esperando a clientes para llevarlos a jugar. Nosotros cogimos uno pero primero fuimos a pasear. Un lugar súper extraño, con el centro (Patrimonio de la Humanidad) llenos de casas coloniales de la época portuguesa, muy bonitas, pero lleno de chinos, raro. 




Al rededor, edificios como setenteros con varios casinos, algunos tipo Las Vegas, muy lujosos. Al final jugamos a la ruleta y perdimos, si no, ya se habrían enterado que seguiríamos eternamente dando la vuelta al mundo…



El lunes dimos otra vueltecita por el centro y luego a descansar y a preparar la maleta y el cuerpo para la India.

Hong Kong nos gustó mucho como para vivir un añito. Se ve buena vida e interesante, así que con un buen sueldecito de expatriado… a disfrutar!!!.

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