A
Cuzco llegamos el 17 de agosto a las 7 a.m.
así que lo más duro fue la
despertada a las 3:30 a.m. Nos esperaba
nuestro guía Carlos, que fue el encargado de acompañarnos en varios paseos y de
darnos todo lo que necesitábamos. Cuando llegamos al hotel nos dieron té de
coca – en todos los hoteles siempre hay
cafeteras llenas- para ayudarnos a que no nos diera el “mal de altura”.
A Carmen – la mejor compañera de viaje que pudimos tener, aunque hablara de
forma extraña mientras dormíamos - le alcanzo a dar un poco, por eso lo mejor
fue llegar y dormir un buen rato y recuperarnos. La segunda recomendación que
te dan es que tengas cuidado con la comida, pues por la altura la digestión es
más pesada (aunque a eso no le hicimos tanto caso y también lo pudimos comprobar,
jeje).
Cuzco,
a pesar de ser una ciudad dedicada al turismo 100%, no deja de ser una bonita
muestra de la cultura peruana auténtica. Ahí se puede comer típica comida
andina, oír su música, ver sus artesanías y miles de telas de colores en sus mercadillos o a verdaderos campesinos hablando en quechua. Así que
es una perfecta mezcla para una noche súper divertida llena de gente joven de
todas partes – porque está absolutamente lleno de extranjeros- y un día
cultural. La Plaza de Armas esta súper bien conservada y hay muchas calles empedradas
llenas de cafés y restaurantes (pudimos ir a Chicha, uno de los restaurantes de
Gastón Acurio, muy rico, aunque es extraña la comida, pues mezcla mil sabores
de productos típicos peruanos que en la vida ni habíamos oído). Además, aunque
hace mucho frío por la noche, nos hizo un clima increíble.
También tuvimos la suerte de encontrarnos con Pablo y Iulene, así esa noche, aunque agotados porque ellos habían estado ese día en Machupicchu fuimos a cenar a un italiano.
Hablando de comida, mención aparte merece el cuy que Carmen y Pablo se pidieron. Para empezar el cuy es un animal lindo, mezcla entre conejo y ratón – o sea una cobaya-, así que a mi me daba “vaina” comérmelo. Hay que pedirlo mínimo con dos días de anticipación para que lo sazonen bien, y lo hacen al horno el día que vayas. Sinceramente – y como ven en la foto- se ve horrible. Aunque no les encantó, dejaron el plato limpio. Yo no puedo opinar mucho al respecto, así que les toca a ellos describir esto.
Cuzco
fue nuestra base para en 5 días ver todo lo que hay en los pueblos de su
alrededor. Ruinas incas maravillosas y fascinantes. Si tienen la oportunidad de ir y hay suerte, lo ideal es ir solos con un
guía, pues por ejemplo hicimos el “city tour” como con 15 personas durante 6
horas y fue horrible, en cambio, pudimos ir a ruinas como en Piquillactas y
Andahuaylillas, y fue lo mejor, pues podíamos preguntarle de todo al guía y
hacer un poco lo que nosotros queríamos.
En Ollantaytambo, Pisac, o Sacsayhuaman hay auténticas maravillas. Es absolutamente impresionante todo lo que llegaron a desarrollar los incas. Es impensable cómo consiguieron tantas cosas en tan poco tiempo -100 años- (bueno, aunque nos explicaron que ellos fueron el resultado de una mezcla de pueblos y culturas que poco a poco fueron absorbiendo).
Cuzco
fue duro porque llevábamos un ritmo de excursiones a las 8 a.m. sin parar todo
el día, pero hay tanto que ver y hacer que valió la pena. Desde luego, ha sido
el mejor comienzo de nuestro viaje.
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