domingo, 11 de septiembre de 2011

CUZCO Y VALLE SAGRADO, MARAVILLOSA MUESTRA DE LA CULTURA INCA Y PERUANA


A Cuzco llegamos el 17 de agosto a las 7 a.m.  así que lo más duro  fue la despertada a las 3:30 a.m.  Nos esperaba nuestro guía Carlos, que fue el encargado de acompañarnos en varios paseos y de darnos todo lo que necesitábamos. Cuando llegamos al hotel nos dieron té de coca – en todos los hoteles siempre hay  cafeteras llenas- para ayudarnos a que no nos diera el “mal de altura”. A Carmen – la mejor compañera de viaje que pudimos tener, aunque hablara de forma extraña mientras dormíamos - le alcanzo a dar un poco, por eso lo mejor fue llegar y dormir un buen rato y recuperarnos. La segunda recomendación que te dan es que tengas cuidado con la comida, pues por la altura la digestión es más pesada (aunque a eso no le hicimos tanto caso y también lo pudimos comprobar, jeje).

Cuzco, a pesar de ser una ciudad dedicada al turismo 100%, no deja de ser una bonita muestra de la cultura peruana auténtica. Ahí se puede comer típica comida andina, oír su música, ver sus artesanías y miles de telas de colores en sus mercadillos o a verdaderos campesinos hablando en quechua. Así que es una perfecta mezcla para una noche súper divertida llena de gente joven de todas partes – porque está absolutamente lleno de extranjeros- y un día cultural.  La Plaza de Armas esta súper bien conservada y hay muchas calles empedradas llenas de cafés y restaurantes (pudimos ir a Chicha, uno de los restaurantes de Gastón Acurio, muy rico, aunque es extraña la comida, pues mezcla mil sabores de productos típicos peruanos que en la vida ni habíamos oído). Además, aunque hace mucho frío por la noche, nos hizo un clima increíble.











También tuvimos la suerte de encontrarnos con Pablo y Iulene, así esa noche, aunque agotados porque ellos habían estado ese día en Machupicchu fuimos a cenar a un italiano.


Hablando de comida, mención aparte merece el cuy que Carmen y Pablo se pidieron. Para empezar el cuy es un animal lindo, mezcla entre conejo y ratón – o sea una cobaya-, así que a mi me daba “vaina” comérmelo. Hay que pedirlo mínimo con dos días de anticipación para que lo sazonen bien, y lo hacen al horno el día que vayas. Sinceramente – y como ven en la foto- se ve horrible. Aunque no les encantó, dejaron el plato limpio. Yo no puedo opinar mucho al respecto, así que les toca a ellos describir esto.


Cuzco fue nuestra base para en 5 días ver todo lo que hay en los pueblos de su alrededor. Ruinas incas maravillosas y fascinantes.  Si tienen la oportunidad de ir  y hay suerte, lo ideal es ir solos con un guía, pues por ejemplo hicimos el “city tour” como con 15 personas durante 6 horas y fue horrible, en cambio, pudimos ir a ruinas como en Piquillactas y Andahuaylillas, y fue lo mejor, pues podíamos preguntarle de todo al guía y hacer un poco lo que nosotros queríamos.


En Ollantaytambo, Pisac, o Sacsayhuaman hay auténticas maravillas. Es absolutamente impresionante todo lo que llegaron a desarrollar los incas. Es impensable cómo consiguieron tantas cosas en tan poco tiempo -100 años- (bueno, aunque nos explicaron que ellos fueron el resultado de una mezcla de pueblos y culturas que poco a poco fueron absorbiendo).








Además de Maras y Moray (que ven en la foto que parece como un espiral y que era un laboratorio para en cada piso determinar el clima y el cultivo que allí podían sembrar), hay que decir que nos encantó el pisco, la gente – tímida y seria, pero súper amable-, las telas súper coloridas, las llamas y demás animales parecidos (aunque no lo crean aprendimos a diferenciar los tejidos dependiendo del tipo de animal, como el de las vicuñas, parecidas a las llamas, y una de las pieles más caras del mundo – aunque a mi me pareció como de conejo-) y en general el paisaje, que aunque inevitablemente me acordó mucho a Colombia, tiene colores y olores muy diferentes.




Cuzco fue duro porque llevábamos un ritmo de excursiones a las 8 a.m. sin parar todo el día, pero hay tanto que ver y hacer que valió la pena. Desde luego, ha sido el mejor comienzo de nuestro viaje.




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