No
hay palabras para decirles y contarles, a los que no han estado, lo que es
Machupicchu.
Para
empezar, nuestra primera parada fue el pueblo de Urubamba, un pueblo donde
sinceramente no había NADA. Pero bueno, con Carmen y Pablo nunca nos aburrimos,
fuimos a la plaza a tomar una cervecita y al Restaurante Tres Keros, rustico
pero la comida muy rica, donde Pablo dice se comió el mejor lomo salteado del
Perú, con un dueño muy particular que venía de ver peleas de gallos,
dicharachero, que no dejó de hablarnos de dinero y que quería que nos fuéramos
de copas con el, -no sé con qué intenciones-. Terminamos en el hotel tomando un
pisco.
Además de esto, este pueblo nos recuerda a mi alergia al insecticida, pues
pensamos que habían moscos y me eche medio tarro y me puse súper roja, así que ahí se acabo la fiesta.
Al
otro día después de un viaje en tren maravilloso, pues estás entre las
montañas, siempre al lado de un rio, llegamos a Aguascalientes, el pueblo base
para arrancar a Machupicchu. Recuerda a una estación de sky, es decir, bastante
feo, sólo tiene hostales y restaurantes, pero es emocionante estar ahí porque
estás completamente metido entre las montañas y muy cerca de lo que quieres ver
y te imaginas.
A
Carmen y Pablo, no se les ocurrió otra cosa que visitar las aguas termales del
pueblo. Para empezar había que ALQUILAR vestidos de baño y toallas, por lo tanto,
como se imaginarán, yo me negué categóricamente en ir, a pesar de que me
insistían diciendo que nos
“relajaríamos” . Después de que a Pablo le dieron un vestido de baño “de
papá” y a Carmen un biquini modelo del 72, me fui a un café a leer un rato y
esperarlos. Aquí sigue la crónica Pablo, pues dicen que fue tremendo lo que
vieron.
Despedimos
a María en la barrera de entrada al recinto y tras cinco minutos paseando por
un caminito cerca de un río pensando en nuestras maravillosas pozas naturales
en el inicio del río, empezamos a oír gentío y de repente… nuestro “gozo en un
pozo”, tres piscinitas de color marrón tipo piscina de niños pequeños pero
mucho más sucias y mucho más llenas, en una especie de restaurante bar, lejos
de nuestro río, eso era todo. Una estaba llena de niños, otra estaba llena de
turistas, tan llena que la gente ya no cabía en los bordes de la mini piscina y
había hasta un grupito de “guiris” en el centro sin poder moverse entre los
pies de los que estaban en los bordes, y la tercera estaba llena de japoneses
haciendo cosas rarísimas. Carmen y yo nos miramos, miramos nuestras bolsas con
los bañadores y las toallas alquiladas y empezamos a pensar en un ”Plan B“, qué
hacer para recuperar nuestros 30 soles peruanos que nos había costado la broma.
Al final recuperamos la mitad de la pasta de las entradas y cambiamos las
toallas y los bañadores por tres chocolatinas y dos botellas de agua. Bueno,
menos da una piedra. Todo esto duró lo que María tardaba en beberse una
cervecita en una terraza de un hotel muy bonito.
La
noche finalmente terminó en un restaurante con animador incluido que preguntaba
de mesa en mesa de qué nacionalidad éramos, así que bueno, la noche acabo con
más risas.
A
las 5 a.m. estábamos haciendo la fila para el bus que, después de media hora,
nos llevaría hasta Machupicchu, la idea era ver el amanecer allá. De nuevo,
tuvimos la suerte de ir los 3 con un guía sólo para nosotros, así que perfecto. Sonaremos repetitivos, pero es que
Machipucchu es absolutamente IMPRESIONANTE. Aunque no vimos el amanecer por lo
nublado que estaba el día, es increíble estar en lo más alto de las montañas –
2.600 m- y ver la fantástica ciudad que
construyeron, sólo para la élite de sus ciudadanos. Machupicchu, dividida en
templos, zona de cultivos, y entre viviendas para hombres a un lado y mujeres
al otro, dicen que era el lugar donde iba la gente joven a formarse. Es
fascinante, hay que estar allí, no sólo la “ciudadela” que es enorme, tardas en
recorrértela con el guía unas tres horas, sino el sitio en el que está, las montañas
súper verdes, súper imponentes, los acantilados, los ríos, tiene magia, una
sensación o energía rara, especial. Nosotros además de la visita guiada y tras
la subida al Waynapicchu, que luego describiremos, estuvimos como otras cuatro
o cinco horas subiendo y bajando por las ruinas alucinados de lo bonito y
especial del sitio. Para nosotros es el lugar más impactante en el que hemos
estado hasta ahora.
Además, hay llamas salvajes que no te dejan echarte la siesta -especialmente si estás con Mapi- como si fueran otras más de los 2.500 turistas que cada día pueden visitar el lugar.
Waynapicchu
significa “montaña joven”. Para que la identifiquen es la montaña más alta que
se ve en las fotos. Fuimos de los 400 afortunados que pueden entrar al día.
Aunque la entrada al Waynapicchu sale del propio Machupicchu, cuando la ves desde lejos parece que es imposible subirla. Es súper empinada. La subida es aproximadamente de unos 45 minutos y excepto al inicio, en que piensas que no es tan difícil y que está “chupado”, el resto de la subida consiste en subir tropecientos mil “escalones” de piedra tallada al lado de un precipicio “acojonante”, en todas las acepciones del término, en el que te vas apoyando como puedes en unas cuerdas o en la pared de la propia montaña. Cuando la vas subiendo no te paras a pensarlo porque vas totalmente concentrado en agarrar la siguiente cuerda y no tropezar con el siguiente pedazo de escalón, porque son enormes no sé como los incas con una estatura de 1,60 metros podían subirlos. Bueno, el caso es que después de 45 minutos estábamos casi al final de la cima en una terraza con vistas desde donde se veía el Machupicchu chiquitito chiquitito.
Y
aquí sigo yo, en el mirador-precipicio me di cuenta de dónde estaba, y pues
eso, se me empezó a ir el aire, empecé a hacer pucheros y a llorar, y Carmen y
Pablo llamándome, y yo sin poder moverme. Aunque Pablo no lo reconozca,
agradece de mi vértigo, pues INMEDIATAMENTE, empezamos la bajada, eso sí,
agarrada todo el tiempo a todo, porque o si no me moría. Carmen, siguió
subiendo! En fin, nos encontramos en la cafetería de abajo del todo.
Finalmente, les contamos algo fantástico. Los incas, hijos de y por eso adoradores de la naturaleza “la pachamama” adoraban tres animales: el cóndor, el puma y la serpiente…. Machupicchu tiene forma de cóndor, Cuzco tiene forma de Puma y dicen que hoy en día todavía hay quienes buscan la ciudad con forma de serpiente: “El Dorado”… Dicen que quienes la han buscado se han perdido en la selva, que hay quienes desde el espacio ven en Perú, en este punto, un resplandor del oro y la plata de la que está hecha esta ciudad… Dicen que todavía los Incas habitan en la ciudad de “El Dorado”.
Habíamos subido muchas fotos pero no sé que pasa que no se ven. Lo seguiremos intentando
ResponderEliminarEsta muy elegante este blog. Felicitaciones. Parece q vamos con xime a machu pichu en noviembre. Cualquier tip adicional es bienvenido. Mucha suerte en el viaje. Q envidia!
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