En
principio la idea era irnos desde Lencois hasta Morro de Sao Paulo, pero justo
esos días se celebraba una especie de festival de música que multiplicaba los
precios de las “pousadas” así que siguiendo las recomendaciones de Fabricio,
uno de los encargados del hostal donde dormimos de Lencois, decidimos irnoscambiar
la ruta hacia Barra Grande.
Cogimos
el autobús que salía a las 23:30h hacia Feria de San Luis donde llegamos a las
04:00h. A las 05:30h Cogimos otro autobús que nos llevaba al pueblo de Camamú
donde llegamos a las 11:30h. En Camamú, de donde no contamos nada porque lo
único que hay son miles de buitres en el muelle donde se cogen las lanchas
rápidas hacia Barra Grande, nos tomamos unas cervezas en una terraza, -hay que decir que las cervezas en Brasil son
litronas como de 0,7 litros que sirven en una especie de caja de plástico para
que conserve el frío, son súper ricas y no emborrachan-, compramos los billetes
para la lancha de las 13:00h (30 R$ por cabeza) y llegamos a Barra Grande a la
13:30h.
El
viaje en lancha rápida desde Camamú a Barra Grande es una pasada, vas por una
bahía con el agua como una piscina viendo islas llenas de manglares y playas
vírgenes, súper bonito.
Cuando
llegamos a Barra Grande, lo primero que hicimos fue buscar hotel, y la verdad
tuvimos mucha suerte pues encontramos una a buen precio (100R$ las primeras 3
noches y 80 R$ las últimas dos) para lo bonita que era y bien situada que
estaba, en primera línea de playa y a tres minutos del centro del “pueblo”.
En
Barra Grande dicen que viven 2.000 personas pero parece que viven 200. Es un
pueblecito con las calles sin asfaltar, con unas seis o siete calles y con una
plaza un poco a lo “western” donde hay pocos restaurantitos pero bonitos, un
par de mini supermercados y un par de tiendecitas de artesanías y suvenires. No
hay bancos, ni cajeros, casi no hay señal de móvil e internet es malísimo. El resto del pueblo son básicamente pousadas
para turistas pero muy bonitas y bien integradas en su paisaje. Cuando tu ves
la playa donde están las pousadas desde el mar casi no te das cuenta de que
está edificado.
Nosotros
llegamos en temporada baja, porque es invierno aquí en Brasil, y todo está muy
tranquilo, hay muy poquitos turistas, la mayoría brasileños, pero hay gentecita
en los restaurantes y la plaza del pueblo está llena de niños jugando y
corriendo.
Tiene
unas playas impresionantes, verdaderos paraísos, entre las que destacamos la de
Ponta Da Motá donde hay un par de “chiringuitos” (en colombiano, bares en la
playa) estupendos. En Brasil los chiringuitos están en la playa, pero en la
playa playa, nada de a 100 ó 200 metros, y te tomas una cerveza con el mar casi
mojándote los pies. Otra playa muy bonita es Taipú de Fora (a la cual fuimos en
moto alquilada, derrapando por los caminos de arena) dicen que una de las
playas más lindas de Brasil, donde hay piscinas naturales que forma el coral y
que en teoría se ven miles de peces haciendo snorkling, aunque a nosotros las
mareas no nos dejaron verlas. La playa, la verdad es maravillosa, larguísima,
ancha, con miles de palmeras bordeándola y el agua transparente.
En
principio íbamos a quedarnos dos o tres noches y acabamos quedándonos cinco. Este
sí es un lugar para descansar y desconectar, no hay casi motos ni coches, todo
está cerca, es bonito, agradable, dicen que los niños no lloran en Barra Grande,
excepto una niña que iba corriendo y se metió una host... de matarse contra una
mesa llena de sillas, es verdad. En Barra Grande el tiempo te daba para todo,
desayunos ricos, tranquilos y generosos (donde preparamos unos bocadillitos
para la comida, si bien ellos no lo saben) paseos por las playas, tomar el sol,
leer, cervecitas en los chiringuitos viendo las espectaculares puestas de sol,
e incluso escribir las crónicas del blog y seleccionar y ordenar las fotos.
Además,
tuvimos la suerte de conocer una española súper simpática que vive allí hace 1
año y medio, así que salimos una noche con ella y nos presentó a medio pueblo,
y estuvimos un par de tardes hablando de la vida allí y tomando algo. También
nos encontramos a dos parejas de andaluces (tres arquitectos y un ingeniero)
que aburridos de la crisis en España, llevaban un mes allí restaurando un pequeño
restaurante que alquilaron por internet.
No sabían cocinar, no sabían portugués, no tenían ni papeles, pero ahí
estaban, felices.
Barra
Grande es un verdadero paraíso.
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