miércoles, 21 de septiembre de 2011

BOIPEBA, TRANQUILIDAD EN MEDIO DE PLAYAS DESIERTAS


Salimos de Barra Grande el miércoles 7 de septiembre (día de la independencia de Brasil), primero en lancha hacia Camamú y de allí en bus hasta Nilho Pesanha (donde debíamos coger otro y luego una lancha). El problema es que al ser día festivo los buses pasaban con menos frecuencia, y cuando llegamos a Nilo, el bus ya había pasado y el siguiente era como 6 horas después… Lo bueno del cuento, es que al llegar a ese pueblo, donde no había NADA, unos señores que estaban tomando cerveza debajo de una palmera con la música de un carro absolutamente desbaratado se ofrecieron a llevarnos por 30 reales (en ese mismo carro).

Nuestro conductor (solo íbamos los tres porque con las mochilas no cabía nada más) fácilmente tenía 60 años, se llamaba ñeñe, no tenía dientes y no nos entendía nada, pero eso sí, no dejaba de hablar y de sonreírnos, incluso cuando tuvo que parar para “entrar al baño” en medio del camino por el que íbamos, todo lleno de huecos. Encantador, incluso se preocupo de dejarnos montados en la lancha en Torrinhos (donde nos tocó alquilarla sólo para nosotros porque en ese caserío –una calle con ocho casas que daba a un pequeño puerto- no había más turistas).


Finalmente llegamos a Boipeba a las 2 de la tarde, una isla súper tranquila, donde la música de los bares y tiendas sólo puede sonar hasta las 10 de la noche máximo. Llegamos buscando un hostal, e increíblemente, caminado por la playa, nos encontramos con Paloma y Álvaro, que estaban durmiendo en Morro de Sao Paulo pero que estaban haciendo un tour por la isla justo ese día y a esa hora!. Después de escoger dónde dormir (una pequeña pousada donde tuvimos la “suerte” de ver un sapo asqueroso pegado en nuestra puerta y donde a las 5 a.m. cantaba un gallo en nuestra oreja), estuvimos un rato con ellos y quedamos de vernos el fin de semana en Morro.




La isla de Boipeba es famosa por ser rústica y estar poco construida. Tiene playas súper extensas de arena blanca, un mar súper claro y una olitas muy divertidas. Dicen que el 60% de la isla la ha comprado un italiano, pero que lo alquila todo con la intensión de mantener el mismo ambiente tranquilo y preservar la naturaleza. El pueblo es viejo, poco conservado y muuuuy pequeño y aunque tiene lo básico para sobrevivir (incluido un mini bar para tomar caipirinhas), para nuestro gusto le falta algún restaurantito más arreglado, alguna terracita más, pousadas más bonitas y algo más de gracia. Está bien para pasar dos o tres días pero el plan es más bien sólo sus preciosas playas. Puede que te falte algo para la tarde -noche.




Allí estuvimos dos noches, de nuevo, paseando y descansando. El segundo día hicimos una excursión en barco donde nos llevaban a unas piscinas naturales para hacer snorkel y aunque no se veía mucho, era especial estar en mitad del mar como a un kilómetro de la costa y que el agua te llegara por la cintura. El siguiente destino del barquito fue el pueblo de Moreré, todavía más pequeño que Boipeba aunque en la misma isla. Moreré es una pequeña aldea de pescadores donde hay una cuantas posadas y playas muy guapas. Allí nos dimos un paseíto y unos bañitos hasta llegar a la playa de Bainema, la playa más famosa y una de las más bonitas del este de Brasil según no sé qué revista, donde vimos mil cangrejos y extrañamente algunas tortugas gigantes muertas.






Al día siguiente por la mañana antes de irnos a Morro, fuimos a las playas de cerca del pueblo de Boipeba hasta llegar a otra de las súper playas de Brasil, bordeada por miles de palmeras todas del mismo tamaño y perfectamente alineadas, parecían artificiales. El paseo es como de una hora ida y otra vuelta pero es muy recomendable para los que tengáis la oportunidad de ir. Nos encantó.


 Definitivamente Brasil, por el momento, tiene las playas más increíbles que hayamos visto nunca.   



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