Las
islas del sur de Tailandia se caracterizan por sus transparentes y tranquilas
aguas color verde jade, playas de arena blanca, pequeños islotes de roca altos
y espigados, playas con las típicas barcas de popa larga, y mucha, mucha gente.
Esta
parte de Tailandia es bastante pobre y especialmente en las islas, que viven exclusivamente
del turismo y del mar. Si te das una vuelta por los pueblos te das cuenta que
muchas calles no están asfaltadas, se acumula basura que no se recoge, hay una
mezcla del hotel de lujo con los hoteles más feos, casas pobres sin paredes,
tiendas, mercadillos con comida y ropa barata, bares con música altísima hasta
las tantas de la madrugada, y mucha obra para nuevas construcciones. Hace calor
y la higiene no es la mejor. La verdad muchas veces te haces la pregunta de
¿dónde va a parar todo el dinero que todos los millones de turistas se dejan
aquí?.
Nuestro
primer contacto con Tailandia fue Phuket,
que es una isla bastante grande que cuenta con aeropuerto internacional. Lo
cual, hace que para muchos sea el primer destino del país. Aunque habíamos
leído que no merecía la pena, nosotros pasamos tres días muy agradables. Es
cierto que no es nada espectacular, pero una noche para ver el “espectáculo” en
el pueblo de Patong, y un paseito en moto por las concurridas playas del sur y
por el templo del buda gigante es muy recomendable. Si vais, se recomienda
tomar algo en algunos de los bares-restaurantes que están casi arriba de la
montaña donde hay buenas vistas de las playas. Nosotros además tuvimos la
suerte de encontrar una villa maravillosa donde descansar y estar lejos del
ruido y el gentío de los pueblos.
De
Phuket nos fuimos para Koh Lanta.
No sabíamos mucho de esta isla pero habíamos conseguido una muy buena oferta de
un hotel por internet. La isla nos sorprendió mucho. A diferencia del resto de
islas de esta zona donde la mayoría de los turistas buscan ruido y marcha, Koh
Lanta es una isla muy tranquila donde la mayoría de turista son familias
suecas. Por esto la llama “la isla de los suecos”, incluso las cartas de los
restaurantes están en inglés y en sueco.
De
Koh Lanta recomendamos especialmente la playa “Long Beach”, llena de bares,
restaurantes y cafés tranquilos, con sofás y tumbonas mirando al mar. La playa
es la más bonita de la isla y, aunque sin ser tan bonita como las de otras de
sus islas vecinas, esa tranquilidad y el buen gusto de sus chiringuitos la
hacen muy especial. Para nosotros, junto a Krabi, sería uno de los sitios que
repetiríamos. Aquí estuvimos otras tres noches para recordar toda la vida.
También
es recomendable darse un paseo una noche por el pueblo de Saladan donde se
encuentra el puerto desde donde salen los ferries. Allí te puedes dar una
vuelta por el típico mercado nocturno, comer en alguno de los muchos
restaurantes, allí probamos el muy típico arroz frito con gambas y piña, y
empaparte un poco más de la cultura tailandesa. Aquí se ven turistas pero no
tantos y es más fácil relacionarse con los tailandeses. El resto de la isla la
recorrimos en moto y no tiene nada especial, selva, carreteras con baches y el
pueblo “Lanta old town” que está que se cae a trozos. Aun así se recomienda la
experiencia.
Para
los que tengáis pensado ir, nos hablaron de una isla cerca que se llama Koh
Lipe que está casi sin descubrir por los turistas, aunque cuenta con unos
cuantos hoteles bonitos, y que tiene unas playas espectaculares. Nosotros nos
quedamos con la ganas pero es que, cuando nos la recomendaron, ya nos habíamos
ido de Koh Lanta.
Nuestro
siguiente destino fue Phi Phi Island, la famosa isla conocida por sus impresionantes
playas y pequeños islotes de rocas tan conocida por la película de “La playa” protagonizada
por Leonardo Dicaprio. La isla la verdad es que es preciosa, pero ya se la han
cargado. Los miles de bares, restaurantes y millones de turistas de fiesta y
marcha hacen que no sea nada agradable. Las playas del pueblo, que es donde están todos
los hoteles excepto los súper resort impagables, están llenos de discotecas y
bares con luces de neón. En el pueblo hay casi más restaurantes occidentales
que tailandeses y por las calles no se puede ni andar. Es súper sucia. Hasta hay un bar con un ring de Tai boxing
donde los turistas suben a darse mamporros por un mini gratis (esto tiene su
punto).
Así
que al día siguiente contratamos un tour que da una vuelta por la isla,
llevándote a las playas donde en teoría no hay nadie, sólo unos cuantos tours
de la competencia que hacen la misma ruta, y también te llevan a la otra isla
de Phi Phi (que es un parque natural protegido) donde está la famosa playa de
“La Playa”. El tour es un poco pesado pero te llevan a playas muy chulas y a
tres sitios para hacer snorkeling muy buenos, el agua es transparente y la
visibilidad impresionante. Ves muchas clases de peces de colores y bastante
grandes, nosotros vimos hasta una serpiente súper guapa. El agua del mar es de
un verde azulado impresionante y toda la costa son acantilados con cuevas y de
repente playas de arena blanca. La playa de la peli es muy espectacular, de las
más bonitas que hemos visto si no la más (pero de nuevo, llena de turistas
tomando fotos, cada 10 minutos llegan barcos llenos de gente). En Phi Phi nos
quedamos sólo dos noches.
Huyendo
de Phi Phi, llegamos a Krabi
que es un pueblo con puerto desde donde salen ferries para todas las islas.
Como el resto de islas, está también lleno de turistas pero tiene dos playas
espectaculares. Allí pasamos posiblemente el mejor día de playa de todos en Hat Rai Leh: espectacular,
espectacular, espectacular! Además puedes alquilar kayacs para ir a un par de
playitas que hay al lado igual de increíbles. A esta playa sólo se puede ir en
barca desde la playa de Ao Nang que es donde teníamos el hotel nosotros. Se
recomienda quedarse en los hoteles de la propia playa de Hat Rai Leh que los
hay, y muy buenos. Este sitio sí lo recomendamos con especial cariño. Tres o
cuatro días ahí no se os olvidarán nunca.
Ao
Nang, excepto sus preciosas puestas de sol, no merece la pena. Llena de neón,
bares mercadillos, turistas y todo feo.
Como
sólo teníamos cuatro noches para llegar a Bangkok, decidimos que entre las
islas de la costa sur del golfo de Tailandia (koh Samui, Koh Pha-Ngan y Koh Tao,
entre otras) sólo íbamos a ir a Koh Tao que es la más tranquila y porque es una
de las mecas del buceo mundiales.
Koh Tao es una pequeña isla con
playas poco espectaculares, con un par de pueblos de dos calles bien montados,
con las mejores puestas de sol que hemos visto nunca y con muy buen buceo y
snorkeling. Aquí también conseguimos un hotel de súper oferta en el que poder
disfrutar de las puestas de sol (estaba considerado como unos de los sitios
para ver las puestas de sol de la isla y la gente iba al restaurante del hotel
a verla) y de mucha tranquilidad especialmente en la piscina.
Las playas son bastante estrechas aunque con el agua muy limpia y llena de chiringuitos y restaurantes pero bien montados.
No podemos olvidarnos del “Puma de Tailandia” que todas las noches nos deleitaba con las mismas
versiones de música pop, bueno las dos primeras porque la tercera nos fuimos
huyendo a cenar al pueblo. Gracias a esto descubrimos un garito desde donde,
como digo, también pudimos ver la mejor puesta de sol del mundo mundial.
Y al
fin llegó el gran día, a las seis y media de la mañana estaba en barco rumbo a
Chumpong, una de las mecas del buceo, en principio haríamos una inmersión ahí y
para la segunda cambiaríamos de lugar pero … cuando nos tiramos apareció el
tiburón ballena… el que vimos medía como cinco metros aunque puede llegar a
medir más de quince. Realmente es una ballena y se alimenta de un plancton
especial que dependiendo de la temporada se acumula en ese sitio. La verdad es
lo más acojonante que he visto en mi vida, ni puestas de sol, ni playas de
película, ni po… en vinagre.
Al
principio lo vimos aparecer por un lateral. El monitor, que nos había dicho que
no nos acercáramos a menos de cinco metros si lo veíamos, se volvió loco y se
acercaba y se acercaba. Yo y otro chico que venía conmigo, acojonaditos
perdidos, no íbamos a alejarnos del monitor (regla número uno) así que fuimos
detrás de él. En esto que desaparece, y cuando todos estábamos haciendo gestos
bajo el agua de lo que acababa de ocurrir, aparece otra vez justo debajo y
empieza a subir hacia nosotros. El monitor se aparta y yo pensando que el
pececito iba en esa dirección me fui para el otro lado, cuando de repente
cambia de dirección y le veo que viene despacito hacia mi (digo que es una
ballena porque le vi hasta los dientes tipo rejilla de radiador de coche a muy
poca distancia) y cuando yo ya no sabía como apartarme vuelve a cambiar de
dirección y se aleja tranquilamente.
Luego
lo volvimos a ver otra vez más pero ya un poco más lejos. Otra curiosidad del
tema es que el tiburón ballena iba rodeado de peces entre los que conté unos diez tiburoncitos normales como de un metro o
metro y medio, pero fijaros como es de impresionante, que de eso casi ni te das
cuenta hasta que te subes al barco.
La
segunda inmersión la volvimos a hacer en el mismo sitio para intentar verlo
otra vez pero no hubo suerte. No es normal verlo, mi monitor había buceado 100
veces en ese sitio y sólo lo había visto tres veces, y otro que llevaba 12 años
en la isla y que había buceado más de 4.000 veces, lo había visto 100 veces. De
todas formas tuve la oportunidad de bucear por unas paredes súper profundas
llenas de corales y peces enormes, entre otros morenas, barracudas y meros gigantes.
Definitivamente las islas del sur de Tailandia son lugares paradisiacos pero que debido a la forma de explotar el turismo tailandés, el todo vale, se han convertido en lugares en los que para disfrutarlos hay que saber muy bien a donde vas, porque realmente ya no todo vale la pena.
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