Myanmar
es un país de contrastes, se supone que es un país muy rico en minerales e
incluso tiene petróleo y gas, pero todo este dinero lo “administran” los
militares, y aunque se puede ver un aeropuerto internacional moderno, algunas
autopistas, que es un lujo para cualquiera de los países asiáticos que hemos
visto hasta ahora, el resto del país parece que viviera como hace 70 años, especialmente
la gente del campo.
Aunque
hubo “elecciones democrática” en el 2010, ha sido una dictadura militar durante
más de 40 años, sin embargo, no se ve ningún militar por las calles, ni policía,
aunque esto no quiere decir que no los haya, ya que están vestidos como
civiles. Es muy difícil encontrar personas que quieran hablar de temas
políticos precisamente por esto, pues no saben quién puede estar cerca y
escuchar lo que dicen. Es un país con miles de refugiados, especialmente en
Tailandia, y de presos políticos. Aún así parece que el país se está abriendo y
cambiando o eso es lo que dice su gente (la Junta Militar se disolvió – aunque
en el gobierno siguen los amigos de los militares- y la Premio Nobel de Paz, Aung San Suu Kyi está
libre y dicen que se está preparando para las nuevas elecciones, aunque la
verdad lo tiene difícil pues ilegalizaron su partido en las pasadas),
incluso una semana antes de que nosotros llegáramos había estado Hilary
Clinton. Actualmente tiene un embargo internacional de Estados Unidos y Europa,
aunque cuenta con una fuerte inversión tanto china como india.
Yangón es una ciudad grande de
unos siete millones de personas, absolutamente caótica y decadente, antigua
colonia británica. Todo el centro de Yangón está lleno de edificios con
arquitectura inglesa aunque parece que no los han reformado ni pintado desde
que los ingleses fueron expulsados. Las carreteras y las aceras están llenas de
agujeros, creo que es hasta ahora es la ciudad con más polvo de las que hemos
estado ya que muchas de las calles son de arena, todos los comercios, teterías,
bares son muy viejos y medio sucios. Por la noche no hay electricidad pública y
las calles se iluminan con las pobres luces de los comercios, bares y
restaurantes y aquellas calles que no son muy transitadas quedan casi
totalmente a oscuras. Aún así son calles súper seguras en las que no tienes
ninguna sensación de peligro excepto por las ratas que son las dueñas de este
territorio hasta que con la luz del día todas las calles se vuelven a abarrotar
de puestos de comida, libros y negocios de todo tipo. Yangón es tan caótica y
decadente que te acaba gustando porque constantemente ves cosas que no has
vistos en otros sitios, como a los hombres con faldas largas y las mujeres
pintadas con tanaka (un protector solar natural), los carros más viejos que
hayamos visto, absolutamente destartalados.
En
Yangón los comerciantes todavía se agrupan en gremios y puedes ver la calle de
los relojeros, de los costureros (todos con sus máquinas de coser), de los
libreros, joyeros y por supuesto de mercados y puestos de comida.
La Shwedagon
Paya (estupa: construcción sagrada de varios niveles, vacía por dentro, o sea
no se puede entrar) es el principal punto turístico de Yangón. Es un enorme
complejo religioso budista, una especie de “La Meca” para todos los budistas no
sólo de Myanmar, los cuales tienen que ir al menos una vez en la vida a visitarlo
y rezar. Destaca la gran cubierta de 53 toneladas de oro. En Myanmar todas las
personas pasan al menos tres meses en alguno de los monasterios como monjes
novicios aprendiendo el lenguaje de Buda y toda la parte espiritual. Supongo
que por eso es gente súper respetuosa y nada violenta, no hay robos, peleas, son
muy pacíficos y tranquilos.
Yangón
es una ciudad para pasear y detenerse cada poco tiempo a observar cada una de
estas cosas y a tomar una cerveza Myanmar helada en alguna de sus viejas
terrazas porque el calor y el polvo puede llegar a ser insoportable. Aunque
nosotros estuvimos tres noches creo que con dos noches es suficiente porque en
Myanmar hay otras muchas y más interesantes cosas que ver y visitar.
En
la polvorienta, fea y sucia estación de autobuses de Yangón cogimos el bus para
ir a Mandalay donde llegamos
tras 9 horas. El viaje creo que no lo olvidaremos nunca. Éramos los únicos
occidentales de todo el autobús y a penas pudimos dormir ya que la costumbre en
Myanmar es poner durante todo el viaje videos musicales y series locales cutres
(ordinarias en colombiano) a todo volumen. Aún así y como ya estamos acostumbrados
a largos viajes no se nos hizo tan insoportable.
Mandalay
es una ciudad diferente a Yangón. Los edificios son más pequeños, un poco más
cuidados, la carreteras bien asfaltadas, el tráfico no es muy pesado y las
aceras no tienen huecos ni ratas, o por lo menos no vimos. Aquí estuvimos dos
días, el primero dimos una vuelta por el centro moviéndonos en trishaws
(bicicletas sidecar taxi) con capacidad para dos personas más en conductor que
va en bici. Al principio nos daba cosa e íbamos cada uno en un trishaw, pero
como los conductores insistían en que podían con los dos pues rápidamente se
nos quitó el complejo y ahí íbamos los dos con el pobre ciclista- taxista
sudando. Montar en trishaw es de las cosas más divertidas, es tranquilo y
relajado, la velocidad es ideal para ir fijándote en todos los detalles, la
gente te va saludando y sonriendo y como les encanta hablar y son tan
simpáticos los propios conductores te hacen de guía. La gente tiene muchas
ganas de aprender inglés y de conocer otras cosas.
Al
final del día y para ver la puesta de sol fuimos a la Mandalay Hill con sus
2.720 escalones. Toda la subida está llena de tiendecitas y budas. Una vez
arriba las vistas son bastante buenas. Es un plan que merece la pena. Allí
conocimos a Phiu Phiu la que sería nuestra guía para el día siguiente en
nuestra visita a las tres ciudades imperiales, antiguas capitales.
Al
día siguiente a las 8 de la mañana Phiu Phiu nos esperaba con su hermano en el
coche. El día fue muy completo y bonito. Fuimos a fábricas de pan de oro,
pasamos por la calle donde construyen todas las estatuas de buda, visitamos
telares, talleres de marionetas y las tres antiguas ciudades imperiales (que
actualmente son pequeños pueblos) todas muy cerca de Mandalay. Además, con ella
pudimos hablar un poco más de la vida de la gente, por ejemplo, saber que las
mujeres no pueden ni tomar alcohol ni fumar, y que nunca había ido a una
fiesta.
En
Sagaing hay una colina llena de templos y estupas donde lo divertido es subir
al templo de Tilawkaguru a lo alto de otra colina con 2.718 escalones, donde se
pueden ver cientos de ellas y el río Ayeyarwady.
Tras media hora en coche llegamos aun pequeño puerto de arena en el que cogimos una barca para cruzar el río y llegar a Inwa. Aquí todo cambia, no hay coches ni motos, te alquilas un coche de caballos y te dan un vuelta por los templos y monasterios rodeados de plantaciones de frutas y maíz. Ver a los agricultores en el campo es una de las cosas que más te llaman la atención y te recuerdan a cuando tus padres y abuelos te contaban cómo era la vida cuando eran jóvenes y cargaban sacos de 30 kilos a las espaldas.
Tras
volver a cruzar el río y otros 20 minutos en coche llegas a la tercera de las
antiguas ciudades, Amarapura, donde lo más destacado es el puente de teca más
grande del mundo, 1.200 metros. Allí puedes ver a los pescadores del río Ayeyarwady,
agricultores, monjes... Dicen que hay una de las mejores puestas de sol pero
nosotros llegamos demasiado pronto. Muy recomendable el tour en general nos
encantó.
Al
día siguiente cogimos el barco que nos llevaría a Bagán, en una travesía por el
Ayeyarwady de 10 horas. Este sí es un barco de turistas (aunque no éramos
muchos) pero merece mucho la pena, los paisajes son espectaculares y puedes
comprobar la importancia que tiene el río en el día a día de la gente.
Pescadores, gente bañándose, lavándose, barcos transportando toda clase de
productos, agricultores, pequeños pueblos de cabañas de madera, templos …
Además el barco es súper tranquilo y cómodo. Te sientas en tumbonas de madera a
leer, escuchar música, hablar con otros viajeros y ver la vida pasar.
Y
llegamos a Bagán. Lugar
difícil de describir, son como tres pequeños pueblo (pero muy pequeños) alejados
unos 5 Km el uno del otro y entre los que hay, según dicen, 4.400 templos o
pagodas (donde se puede entrar y hay imágenes de Buda) o estupas (que es sólo
la construcción).
Otros
planes interesantes es visitar las fabricas de artesanías de laca (lacaware)
que tienen cosas preciosas, los restaurantes, especialmente los de Old Bagán donde
probamos mucha comida local, arroz con diferentes curries que son guisos de
cerdo, pollo, cordero o ternera, e incluso un gazpacho andaluz que hacían en un
vegetariano maravilloso, ir a ver las puestas de sol, conocer el mercado local y amaneceres con el cielo
rojizo, ver algún espectáculo de danza y teatro tradicional …
En
Bagán estuvimos 5 días pero podíamos haber estado tranquilamente cinco más. De
aquí nos tuvimos que volver a Yangón para coger un avión a Chiang Mai. No
pudimos estar más tiempo en Myanmar porque no hay cajeros y sólo cambian dólares
completamente nuevos y como nuestros billetes estaban un poco arrugados o
pintados no pudimos visitar otros destinos como el Inle Lake, Kalaw o las
islas. Pero seguro que volveremos y no dentro de mucho porque es un sitio que
en cuanto la gente lo descubra se llenará de turistas, se desarrollará y
perderá parte de su magia.
Hay
sitios en los que para seleccionar 10 fotos es complicado, pero luego está un
país como Myanmar donde en sólo 12 días vimos tantas cosas diferentes y tenemos
tantos buenos recuerdos, que haciendo una cuidadosa selección no pudimos evitar
poner menos de 70 fotos. Tenéis que ir, es el sitio más interesante, bonito ,
especial y auténtico de los que hemos estado.
Hacía mucho tiempo que no daba una vuelta por el mundo através de vuestros post y ha sido impresionante. Qué lugares más impresionantes. Y qué fotos Pablo!!! Ese curso de fotografía, ha dado sus frutos.
ResponderEliminarUn beso enorme para los dos!
Os echamos de menos
Muak