Junto
con Myanmar, Camboya ha sido un gran descubrimiento y se ha convertido en uno
de nuestros países favoritos. Tienen la gente más simpática y amable que hayamos
conocido, siempre con una sonrisa, con ganas de hablar contigo, de aprender, de
compartir, de conocer. Con un paisaje precioso, auténtico, diferente. Con mucho
por aprender, por su historia y su cultura, y un país en el que hay mucho por
hacer: tiene Angkor, la isla más parecida al paraíso en la que hemos estado, y
pueblos sacados de otra época.
El
miércoles 4 de enero salimos de las 4000 islas (Laos) en barco a coger un bus
hasta Siem Reap (Camboya). Posiblemente el viaje más pesado hasta el momento. Siempre
dicen que son la mitad de horas del viaje real, así que al final estuvimos 12
horas (pensábamos que eran 7 u 8) por carreteras semi construidas, entre un bus
más o menos cómodo y uno diminuto, donde
por supuesto no cabíamos.
Siem Reap es una ciudad 100%
para el turismo, creo que todos viven de eso. No es una ciudad para nada
bonita, son calles y calles llenas de hoteles, hostales, guesthouse, y
restaurantes con comida para turistas. Tiene dos mercados muy bien puestos, con
artesanías bonitas, y un par de calles llenas de bares y discotecas. Todo,
lleno de turistas que vienen aquí para ver los templos de Angkor, dicen la
octava maravilla del mundo.
El
jueves, después de descansar nos fuimos toda la tarde a Angkor (Patrimonio de la Humanidad desde 1992), a ver las ruinas de
lo que era la antigua capital del imperio jemer. Aquí llegaron a vivir en el
siglo XII más de un millón de personas cuando ciudades como Londres no llegaban
a los 100.000 habitantes y cuando el imperio jemer se extendía por prácticamente
todo el sudeste asiático. Su extensión es enorme, se necesitan varios días si
quieres ver todos los templos importantes, creo que cerca de unos 40. Aunque mucha gente visita los templos en bici, taxi o tour, nosotros nos decidimos por el tuk tuk que creo te permite ir cómodo, visitar varios templos en un mismo día y además, al no ser un vehículo cerrado, puedes sentir mucho mejor el ambiente que los rodea, así como ir a tu propio ritmo. Además el precio es muy bueno (15 USD/día). El primer día fuimos al famoso Angkor Thom, y vimos, entre otros, el templo de Bayon con sus inmensas torres con cara de Buda y caminamos por la terraza de los
elefantes. Lo que vimos nos dejó fascinados, pero lo mejor era al día
siguiente.
El
viernes desde temprano nos fuimos todo el día de nuevo en tuk- tuk pero con un
guía a recorrer más templos. Tuvimos la suerte de que nuestro guía era súper
simpático y hablaba muchísimo, así que pudimos aprender un poquito de la
historia de los templos y de Camboya. Pudimos entender parte de los gravados
que decoran las inmensas paredes de los templos, qué representan, la historia que
cuentan, las guerras religiosas que ocurrieron.
Pudimos aprender que algunos de los templos, entre ellos el más importante (Angkor Wat), fueron construidos para dioses hindúes, y cómo más tarde los emperadores cambiaron de religión a la budista construyendo otros muchos templos dedicados a Buda y cómo posteriormente en guerras internas religiosas los hindúes esculpieron símbolos de su religión en los budas para que representaran a sus dioses. También nos habló de cómo mientras Camboya estaba metida en guerras civiles, los ladrones tailandeses asaltaron los templos cortando las cabezas a las miles de estatuas para comerciar con ellas (es impesionante ver todas estatuas sin cabezas).
Vimos hasta huellas de la guerra de Pol Pot, pues usaron algunos templos de Angkor para esconderse y combatir (época en la que por supuesto se robaron y destruyeron muchas ruinas). Recorrimos el majestuoso Angkor Wat, la construcción religiosa más grande, importante y mejor conservado de esta enorme ciudadela (y dicen que uno de los tesoros arqueológicos más importante del mundo). Angkor es absolutamente mágico e increíble.
También estuvimos en el Jungle Temple otro de los más famosos por los inmensos arboles que crecen en los techos y destruyen las paredes (aquí se filmó la película de Lara Croft).
Pudimos aprender que algunos de los templos, entre ellos el más importante (Angkor Wat), fueron construidos para dioses hindúes, y cómo más tarde los emperadores cambiaron de religión a la budista construyendo otros muchos templos dedicados a Buda y cómo posteriormente en guerras internas religiosas los hindúes esculpieron símbolos de su religión en los budas para que representaran a sus dioses. También nos habló de cómo mientras Camboya estaba metida en guerras civiles, los ladrones tailandeses asaltaron los templos cortando las cabezas a las miles de estatuas para comerciar con ellas (es impesionante ver todas estatuas sin cabezas).
Vimos hasta huellas de la guerra de Pol Pot, pues usaron algunos templos de Angkor para esconderse y combatir (época en la que por supuesto se robaron y destruyeron muchas ruinas). Recorrimos el majestuoso Angkor Wat, la construcción religiosa más grande, importante y mejor conservado de esta enorme ciudadela (y dicen que uno de los tesoros arqueológicos más importante del mundo). Angkor es absolutamente mágico e increíble.
También estuvimos en el Jungle Temple otro de los más famosos por los inmensos arboles que crecen en los techos y destruyen las paredes (aquí se filmó la película de Lara Croft).
Esa
noche nos reencontramos con nuestros amigos Paulina y Sasha (que conocimos en Laos) y nos fuimos a cenar un plato
típico de Camboya, una parrillada de mariscos y carnes acompañado de verduras y
el típico arroz blanco. Muy rico, buena comida y excelente compañía.
Tuvimos
la suerte de conseguir un súper hotel en promoción así que el sábado lo
aprovechamos todo el día para descansar. De nuevo cena con nuestros amigos y
despedida pues ellos tenían otra ruta.
El
domingo nos fuimos a Battambang,
una ciudad rural a unas cinco horas de Siem Reap. Fea y vieja pero con mucho
encanto porque aquí ves cómo vive la gente de verdad. Por la noche, como en
muchas zonas del país no hay casi luz, así que no hay mucha vida nocturna, cena
temprano y a descansar.
El
lunes contratamos un tuk-tuk para que nos hiciera un tour todo el día por los
alrededores de la ciudad, totalmente vida rural. Para empezar, el famosos tren
de bambú: palos de bambú sobre cuatro ruedas, y un motor, la vaina más arcaica
del mundo, pero muy divertido y donde pudimos tomarnos un cerveza al final con
una familia de camboyanos espectacular (el abuelo de 90 años intentando
hablarnos inglés, y regalándonos todo lo que tenía en su casa –bananos,
cuerditas, etc.-, los niños hablándonos un poquito en español, y preguntándonos
todo lo que podían de nuestra vida, en fin, una maravilla).
Luego paseo por los sembrados de arroz, tomamos unos "vinitos" en la primera bodega de Camboya (el tinto era peleón, pero tenían un brandi con sabor a whisky que eso no lo hace cualquiera) y visita a los templos de rigor, viendo a los niños ir al colegio en bicicleta, las señoras en pijama caminando por las calles de arena (se usa mucho en el sureste asiático lo de ir en pijama todo el día, es la moda), las casas de bambú, la vida en el rio (esencial en el sur este asiático los ríos, comen y viven de ellos), y la gente siempre saludándote y sonriendo.
Luego paseo por los sembrados de arroz, tomamos unos "vinitos" en la primera bodega de Camboya (el tinto era peleón, pero tenían un brandi con sabor a whisky que eso no lo hace cualquiera) y visita a los templos de rigor, viendo a los niños ir al colegio en bicicleta, las señoras en pijama caminando por las calles de arena (se usa mucho en el sureste asiático lo de ir en pijama todo el día, es la moda), las casas de bambú, la vida en el rio (esencial en el sur este asiático los ríos, comen y viven de ellos), y la gente siempre saludándote y sonriendo.
Para
rematar el gran día nos fuimos a ver el circo organizado por una ONG canadiense
con jóvenes de las clases más pobres de la ciudad. Es un país con mucha ayuda
internacional, por la pobreza, por la guerra que pasaron, por lo minado que aún
está (en las calles se ven muchas víctimas y vimos algunas zonas rurales con
letreros de prohibido pasar por ser campos minados) y por el alto tráfico y
explotación sexual de menores que ha habido. El circo, un espectáculo, la
pasamos muy bien y nos encantó. Luego cenamos en un restaurante de otra ONG
donde sólo trabajan mujeres jóvenes pobres, a las que forman y dan trabajo para
que puedas sostener su casa y estudiar. Una delicia por una buena causa.
Al
día siguiente, de nuevo 5 horas en bus hasta Phnom Penh, capital de Camboya. Al principio te sorprende
mucho porque es una ciudad mucho más desarrollada que el resto del país. Por la
parte central de la ciudad, que es por la que los turistas nos movemos, hay
muchos barrios como los de las ciudades europeas, incluso tienen un malecón o
paseo marítimo en el río como cualquiera de las ciudades costeras españolas. Coches modernos, muchos restaurantes, cervecerías, edificios
altos, mucha construcción. Como gran ciudad también pudimos ver la pobreza y la
cantidad de niños pidiéndole plata a los turistas (a diferencia de las zonas
rurales), pero es una ciudad súper segura como todo el país y todo el sudeste
asiático.
Aquí
fuimos a ver la famosa S-21, una cárcel donde en la época de Pol Pot mataron muchísima gente y hoy es un museo donde te cuentas las barbaridades que ocurrieron, pero también qué ha pasado con mucha gente de la que participó en la guerra así como quienes eran los líderes de los jemeres rojos, de qué se les acusa en la actualidad y cómo van los procesos. Triste y terrible pero interesante. Un episodio inexplicable, donde en 3 años mataron al 25% de la población (entre un millón y medio
y dos millones de habitantes), en su mayoría intelectuales, profesores,
universitarios, todo con el fin de crear un sistema comunista basado en el
cultivo de arroz.
También
dimos paseos por el centro, el palacio, el museo nacional (muy interesante donde tienen expuestas muchas estatuas y cabezas recuperadas de los templos de Angkor), un mercado. Esa noche descubrimos un
auténtico restaurante español así que nos dimos un lujo de comer chorizo, queso
manchego, tortilla y vino rico.
El
jueves 12 viaje otra vez en bus (el cuerpo ya se está acostumbrado) hasta Sihanoukville, ciudad costera de Camboya, hiper
construida y turística, llena de bares y mucha fiesta. Fea. Aquí sólo estuvimos
1 noche para irnos al otro día hasta la famosa Koh Rong también conocida por Monkey
Island.
Koh Rong, como se llama la isla
está a dos horas de Sihanoukville en barco. La isla sólo tiene cinco “hoteles”, en total unos 30 búngalos repartidos entre 3 playas. Le dicen la
Monkey Island por uno de los 5 “hoteles” que tiene, famoso para los mochileros. Más que hoteles son búngalos, algunos
muy básicos y otros bastante agradables, sin luz por la noche (sólo hasta la 10
p.m.), con un par de camas grandes, dos mosquiteras y un medio baño en una
especia de choza. Aunque suene mal tiene mucho encanto. Igual nosotros luego
nos cambiamos al Paradise que son otros búngalos mucho más bonitos, grandes y
confortables (súper recomendado) por prácticamente el mismo precio.
En
esta isla solo íbamos a estar 3 noches, y al final estuvimos 6. Descubrimos el
paraíso. La arena más suave y blanca que hayamos visto, el agua absolutamente
transparente que con el reflejo del sol da mil tonos azules. Una isla cero construida
excepto por los búngalos y las casitas de los lugareños, que son muy pocas y
que respetan el entorno. Un clima perfecto, comida súper rica y barata. Mejor
dicho, como para quedarse allí mucho tiempo. Aquí nos reencontramos de nuevo con Sasha y
Paulina, grandes amigos a los que esperamos ver pronto en Madrid. Además, conocimos a
Joaquín, un cocinero español radicado en China súper simpático; a Alex, un
suizo al que vamos a ver en Hongo Kong, y a Silvia y Christina y a una pareja de ingleses. La verdad que hicimos un grupito muy majete con los que pasamos un par de noches muy divertidas.
Dicen
que Koh Rong tiene 27 playas de arena blanca, de las cuales 24 siguen vírgenes.
Tuvimos la suerte de conocer las 3 que tienen acceso caminando. Decimos lo de
la suerte porque justo esa semana estaban filmando en ellas la versión francesa
de Supervivientes así que 2 de ellas estaban muchos días cerradas. Las playas
son inmensas, no hay nadie, y tienen un color indescriptible. El agua es
preciosa, y parecían como una enorme piscinas artificial.
Aquí estuvimos muy felices. Cómo no serlo!. Seguro la isla más virgen, auténtica, especial y bonita en la que hemos estado. Posiblemente el segundo lugar más increíble del todo el viaje (el primero Bagán en Myanmar).
Aquí estuvimos muy felices. Cómo no serlo!. Seguro la isla más virgen, auténtica, especial y bonita en la que hemos estado. Posiblemente el segundo lugar más increíble del todo el viaje (el primero Bagán en Myanmar).
Después
de 7 días absolutamente maravillosos en la playa, el jueves 19 nos fuimos para Kampot, una pequeña ciudad con encanto, con
arquitectura de la colonia francesa muy bonita, que además parece que están
empezando a restaurar y a invertir en ella, con restaurantes lindos, hoteles
boutique y comida rica que preparan con la famosa pimienta de la zona. Una
noche ahí perfecta para pasear por el centro, ver el atardecer en el río y
cenar delicioso. muy recomendable también los campos de sal.
Al
día siguiente hasta Kep,
ciudad con mar, feita, pero con el famoso mercado de cangrejos, donde varias
señoras se paran junto al mar con jaulas llenas de cangrejos, que venden vivos
o cocinados en ollas que tienen ahí mismo con fuego de carbón. Esa noche nos
comimos un manjar, y a preparar maletas para Vietnam.
Camboya ha sido una gran sorpresa, nunca lo imaginamos así. Es fascinante, bonito, hay mil cosas por hacer y ver y tiene lo mejor que puede tener un país: su gente que te hacen sentirte muy a gusto, tranquilo y encantado.
Camboya ha sido una gran sorpresa, nunca lo imaginamos así. Es fascinante, bonito, hay mil cosas por hacer y ver y tiene lo mejor que puede tener un país: su gente que te hacen sentirte muy a gusto, tranquilo y encantado.
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