jueves, 2 de febrero de 2012

LAOS: VOLAR SOBRE LA SELVA, EL RIO MEKONG Y LUGARES MUY ESPECIALES

Laos es un país pobre, tranquilo, bonito y lleno de naturaleza, de vida rural, donde el turismo en general no está tan masificado como en Tailandia y muchos de los lugares son casi vírgenes. La gente de Laos es en su mayoría simpática y muy agradable aunque difícil de conocer realmente porque hablan muy poco inglés.

Nosotros entramos por la frontera norte con Tailandia, al pueblo de Huan Xai donde hicimos la espectacular Gibbon Experience, Luego bajamos en barco hasta Luang Prabang, dicen la ciudad más romántica del sureste asiático. De allí volamos al sur de Laos para conocer las ruinas del Wat Phou, en el tranquilo y auténtico pueblo de Champasak, para acabar relajándonos y disfrutando del Río Mekong con toda la naturaleza que le rodea en las llamadas 4.000 islas.

La Gibbon Experience: Mucha de la gente que nos encontrábamos nos hablaba de esta aventura como algo muy espectacular y único, para muchos lo mejor de su experiencia en Laos. Además nosotros ya habíamos leído algo de ella y era una de las cosas que teníamos pensado hacer, pero la pasión con la que nos contaba la gente su experiencia fue lo que definitivamente nos animó.

Esto se hace en Huan Xai que es un pueblo con paso fronterizo entre el norte de Tailandia y el norte de Laos. Los trámites en la frontera son rápidos y en cinco o diez minutos se consigue un visado de 30 días por unos 20 dólares americanos. El pueblo no tiene nada, unas cuantas guesthouse para los turistas que cruzan la frontera bien para hacer la Gibbon o bien para coger el barco para Luang Prabang.


La Gibbon Experience es un proyecto que creo un francés con el fin de proteger a los micos gibones de los parque naturales de la zona de los cazadores furtivos, ofreciendo a éstos ser los guías de los grupos que cada día salen. Aunque la gente reserva con semanas de antelación, nosotros conseguimos cupo para el día siguiente para la “Express Experience” que son dos días de trekking y tirolinas y una noche en la selva en una casa árbol a más de 60 metros de altura.


La verdad que la experiencia es brutal, es algo creo que único, las rutas están súper bien organizadas. En nuestro grupo éramos siete personas más dos guías. Tras hora y media en todoterreno llegas al campamento base en el parque natural. Allí empiezas un trekking como de unas dos horas bastante durillo ya que es casi todo el tiempo subida hasta la cima de una montaña. Una vez allí empiezas a coger cables que te llevan de montaña a montaña, volando sobre valles enteros en tirolinas de hasta 700 metros de largo y 200 de alto en las que estás colgado más de un minuto, hasta meterte en por completo en mitad del parque natural donde está la casa.


A pesar del miedo al principio, ha sido una de las cosas más increíbles que hemos hecho hasta el momento. La primera vez que te tiras, no miras para ningún lado, solo quieres llegar, pero poco a poco, vas cogiendo confianza y es maravillosa la sensación de volar, de ver los árboles y todo el paisaje a tu alrededor.



Después de la adrenalina, tuvimos la experiencia de dormir en una casa en la mitad de la selva. La cena a las 6 de la tarde, y a las 7 oscuridad absoluta. Aunque teníamos algo de luz, todos nos fuimos a la “cama” a las 8 (colchones en el suelo, y una mosquitera negra de tela gruesa). Mucha suerte tuvieron los que pudieron dormir, como Pablo, pues estuvimos rodeados de murciélagos, pájaros gigantes, monos y algún que otro roedor. Durmiendo allí te sientes como un gibbon, es una de esas pocas veces que sientes que la naturaleza es mucho más grande que tu y aprendes a respetarla.  


Al día siguiente por la mañana salimos en busca de los gibones pero no vimos ninguno. Vuelta a la casa para desayunar y por las mochilas, caminata bajando la montaña y de nuevo unas cuantas cuerdas para despedirnos de la idea de volar sobre la selva hasta el campamento.

El viernes 30 cogimos el barco lento hacía Luang Prabang, 2 días de viaje, con  noche en Pak Beng, un pueblo pobre y feo, que subsiste por los turistas que vamos en el barco.


El viaje es precioso, aunque hay momentos en lo que se hace pesado, pero nosotros tuvimos la suerte de tener buenas sillas y pudimos leer, dormir y sobre todo disfrutar del paisaje tan espectacular que ofrece el Mekong. El río puede llegar a medir más de cien metros de ancho y se abre camino entre montañas llenas de vegetación. La parte norte de Laos es muy selvática y húmeda, a diferencia de la sur que es mucho más seca, llana, hace más calor y sólo hay vegetación cerca de los ríos. Puedes ver a los pescadores, a los niños bañándose, cruzarte con otros barcos… es un viaje muy tranquilo, muy relajante y muy bonito aunque algo incómodo.





El sábado 31, finalmente, después de otras 9 horas en barco llegamos Luang Prabang, ciudad Patrimonio de la Humanidad y dicen la ciudad más romántica del sureste asiático. Después de buscar hotel como 1 hora porque estaba todo lleno, finalmente nos ubicamos, nos cambiamos y nos fuimos a cenar. En año nuevo comimos rico, charlamos, brindamos con champaña y pedimos deseos tirando una especie de globo lámpara de papel al aire. Un 31 diferente pero muy especial.



Luang Prabang es un pueblo precioso, con arquitectura colonial francesa, cuidado y limpio, llena de tiendas y restaurantes muy bien puestos, con un mercado de artesanías y telas colorido y lleno de terrazas a la orilla de los ríos Mekong y Nam Khane que rodean la ciudad. Allí estuvimos 5 días, en bici, paseando, actualizando el blog, leyendo, durmiendo, y disfrutando del buen vino que por fin encontrábamos. También alquilamos motos e hicimos alguna excursión por los alrededores lleno de campos de arroz, montañas y visitamos las cataratas de Kuang Si que son bastante timo.









Es un pueblo especial y distinto al resto de los sitios de Laos que nosotros visitamos, bastante lleno de turistas especialmente franceses por lo de que fue colonia, muy cuidado, limpio, bien asfaltado, con restaurantes, algunos a precio y cartas europeas y hotelazos de hasta 300 dólares la noche. Allí nos despedimos de Aileen y Felipe, con los que estuvimos encantados de viajar y con los que tenemos recuerdos para toda la vida. Ojala podamos reencontrarnos pronto.





Laos es un país en el que las carreteras no son buenas, y en donde para viajar de un lugar a otro, aunque las distancias no sean muy largas, se tarda mucho tiempo. Por esto y porque es un país bastante largo decidimos saltarnos la parte de la capital Vientian, ya que no parece tener nada especial, y de otro sitio muy turístico Vang Vieng, famoso por el tubbing que es ir por el río en una especie de flotador grande parando en los muchos bares y discotecas que hay en ambas orillas donde se montan unos fiestones de ciudado. Así que el viernes 6 de enero volamos hacía Pakse, la única ciudad al sur que tiene aeropuerto. Dicen que es la ciudad comercial, y aunque vimos mucha construcción, muchos carros nuevos, era como setentera. Allí estuvimos 1 noche de paso.


Al día siguiente nos fuimos a Champasak, para ver las ruinas del templo Wat Phou. Es un pueblito de una o dos calles de arena con cuatro hotelitos y tres restaurantes pero con mucho encanto. Allí alquilamos unas bicis y nos fuimos a ver las ruinas de los templos. El camino es precioso, son unos ocho o nueve kilómetros maravillosos y tranquilos aunque hacía muchísimo calor y Mapi casi se evapora. Fue un primer acercamiento a lo que son los templo jemeres tipo los de Angkor en Camboya pero mucho más pequeños. Aún así son preciosos tanto los templos como el sitio en el que están, a la ladera de una montaña con dos lagos, creo que artificiales y lleno de árboles en flor. A mi me parece un sitio súper recomendable, sólo para uno o dos días, además está a un par de horas en bus de nuestro siguiente destino.






El domingo nos fuimos en bus y barco hasta las famosas 4.000 islas del Mekong muy cerca de la frontera con Camboya. Aquí el río Mekong hace como una especie de delta dejando miles de islotes de todos los tamaños, algunos de ellos son auténticas islas de las cuales sólo 3 están habitadas. Esta es la parte más bonita del río, con los barquitos de los pescadores y los que transportan turistas esquivando los búfalos que bajan a beber, los árboles o arbustos que nacen en el propio río y los viejos bungalows de madera construidos a las orillas.



Primero paramos en la isla Don Det, pero no nos gustó nada, bastante construida con bungalows y bares cutres (aunque eso a veces nos gusta, está vez no). Está isla es la mochilera y famosa por la fiesta, pero decidimos irnos a Don Kon una isla mucho mas tranquila. Aquí estuvimos 3 noches encantados.




Aunque son islas no te bañas ya que el río puede ser algo peligroso, si bien en algunos lados de la isla forma pequeñas playas como las del mar. Aún así la isla es muy entretenida, está llena de caminos de arena que bordean el río donde ves los búfalos, los cultivos de los locales, sus pequeñas granjas de pollos, cerdos, gallinas, además tiene como tres cataratas pequeñas pero bonitas. También hay una antigua vía del tren francesa que atraviesa la isla y que comunica ambas islas mediante un antiguo puente y que está habilitada como ruta ciclista. En la parte sur de la isla coges una pequeña barquita de madera que te lleva a ver los delfines de rio, que se ven muuuuuy lejos, pero que merece la pena ya que es muy barato y cualquier viajecito en esas barcas es maravilloso. También estuvimos en la catarata más grande y caudalosa del Sudeste asiático las de Khon. Aquí la última noche conocimos a nuestros vecinos de habitación, Sasha (alemán) y Paulina (mexicana), con los que nos encontramos varias veces durante nuestro viaje por Camboya. Por cierto las puestas de sol desde las terrazas de los restaurantes son de las más bonitas que hemos visto. Esta isla nos encantó.












Cada uno de los sitios en los que estuvimos en Laos nos encantó. Es un país con paisajes especiales, muy diferentes entre el norte y el sur pero ambos bonitos, con gente amable, a pesar de lo difícil de la barrera del idioma. Es un país pobre, pero con la pobreza del campo que es tan distinta a la de la ciudad. Nos gustó mucho, aunque creemos que nos falto mucho por conocer. 

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